VitaGrow: la invención argentina que revoluciona la agricultura


En un avance sin precedentes para la agricultura, la empresa argentina ProFarm, con sede en Marcos Juárez, desarrolló Vitagrow, el primer bioestimulante que surgió de investigaciones realizadas en una estación espacial internacional. Este producto revolucionario fue lanzado al mercado por Rizobacter, también parte del Grupo Bioceres, en 2020, luego de más de 20 años de desarrollo.

La tecnología detrás de Vitagrow

Vitagrow utiliza lignosulfonatos, un polímero derivado del procesamiento de coníferas, que, con solo pequeñas dosis, permite que las plantas crezcan más rápido, más fuertes y con una mayor resistencia al estrés. Este avance ayuda a que los cultivos desarrollen raíces más profundas, lo que mejora su acceso a agua y nutrientes, incluso en condiciones adversas.

Además, el producto ofrece cuatro beneficios clave en un solo fertilizante foliar: es bioestimulante, antiestresante, detoxificante y aporta multinutrientes. Puede aplicarse en conjunto con otros productos agrícolas como herbicidas, insecticidas, fungicidas y fertilizantes líquidos tradicionales, y se utiliza en una dosis baja por hectárea, lo que lo hace muy eficiente.

La historia detrás del descubrimiento

El origen de esta tecnología se remonta a los años 70, cuando científicos estadounidenses y rusos colaboraron en investigaciones sobre el crecimiento de plantas en el espacio. En el entorno de microgravedad de las estaciones espaciales, se realizaron experimentos para identificar sustancias que permitieran a las plantas superar el estrés de ese ambiente extremo.

Uno de los hitos clave fue el desarrollo del proyecto ruso-americano “Apollo–Soyuz” (1973-1976), donde los científicos lograron que brotes de tulipán alcanzaran estado de botón floral en 30 días y que plantas de Arabidopsis thaliana completaran su ciclo de vida en 40 días, produciendo semillas fértiles en condiciones de gravedad casi cero.

Impacto en la agricultura argentina

Desde su comercialización, Vitagrow se ha utilizado en cultivos como soja, cebada, arroz y maíz, mejorando tanto el rendimiento como la sostenibilidad. La capacidad del bioestimulante para mejorar la resiliencia de las plantas frente al estrés ambiental lo convierte en una herramienta clave para enfrentar los desafíos actuales de la agricultura, como el cambio climático.

Con esta tecnología, Argentina se posiciona a la vanguardia de la biotecnología agrícola, demostrando que las innovaciones surgidas del espacio pueden tener un impacto tangible en la producción de alimentos en la Tierra.