Soja: consiguieron mejorar hasta 700 kilos por hectárea
El estudio realizado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y grupos CREA arrojó resultados significativos sobre la importancia de las rotaciones de cultivos y el uso adecuado de fertilizantes en la Región Pampeana. Durante las últimas dos décadas, el monocultivo de soja dominó el paisaje agrícola argentino, generando altos márgenes económicos pero también provocando la pérdida de carbono en los suelos y una disminución en la calidad de las semillas de soja.
Para contrarrestar estos efectos negativos, se evaluaron diferentes secuencias de cultivos más intensivas y diversas. Los hallazgos demostraron que estas rotaciones más complejas conservan más carbono en el suelo y pueden aumentar el rendimiento de los cultivos de soja en hasta 700 kilogramos por hectárea. Esto sugiere que la diversificación de cultivos y una mayor intensificación pueden contribuir a mantener los balances de carbono en los suelos agrícolas.
Además, el estudio analizó el impacto de diferentes dosis de fertilizantes en el rendimiento y la calidad de los granos. Se encontró que el uso de altas dosis de fertilizantes en campañas previas puede aumentar el contenido proteico de las semillas de soja, lo que podría tener beneficios tanto para los agricultores como para los consumidores finales.
Estos hallazgos subrayan la importancia de adoptar prácticas agrícolas más sostenibles y diversificadas para mejorar la salud del suelo, aumentar la productividad de los cultivos y garantizar la calidad de los alimentos producidos.
La importancia de la rotación
Los resultados del estudio, publicados en la revista científica European Journal of Agronomy, son reveladores. En los lotes CREA del norte de Buenos Aires, se midieron las pérdidas de carbono en el suelo después de 5 años bajo monocultivo de soja y se compararon con dos rotaciones diferentes: una típica, que incluía trigo-soja/maíz/soja, y otra más intensiva, que añadía arveja de campo a la secuencia de cultivos (trigo-soja/arveja de campo-maíz/soja).
Los resultados demostraron que en ambas rotaciones se logró evitar la pérdida de carbono en el suelo, y además se observó un aumento significativo en los rendimientos en comparación con el monocultivo de soja. En promedio, los rendimientos fueron hasta un 20% más altos, lo que equivale a un incremento de 700 kg por hectárea.
Estos hallazgos respaldan la idea de que las rotaciones de cultivos más intensivas y diversas pueden ser una estrategia efectiva para mantener la salud del suelo, conservar el carbono y aumentar la productividad agrícola.
Los nutrientes claves
El estudio también evaluó el efecto de diferentes dosis de fertilizantes en los cultivos. Se compararon dosis regulares y dosis altas, con el objetivo de determinar su impacto en la concentración de proteína en las semillas.
La dosis regular para la zona consistió en 190 kg de nitrógeno disponible (N) por hectárea para maíz, 155 kg para trigo y 12 kg de fósforo (P) por hectárea para ambos cultivos. Para la soja, se aplicaron 30 kg de P por hectárea.
Por otro lado, la dosis alta implicó un aumento de 30 kg más de N por hectárea para trigo y maíz, junto con un aporte adicional de 12 kg de P y 20 kg de azufre por hectárea en todos los cultivos, excepto en la soja de doble cultivo.
Los resultados revelaron que las altas dosis de fertilizante, aplicadas de manera consecutiva en años sucesivos y combinadas con la intensificación y la rotación de cultivos, condujeron a un incremento significativo en la concentración de proteína en las semillas, alcanzando más de 300 kg por hectárea.
El profesor de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA destacó que tener más cultivos por año conlleva ventajas a corto plazo, ya que contribuye a aumentar la materia orgánica en el suelo y mejora la infiltración y el aprovechamiento del agua. Además, la producción de más biomasa y granos suele estar asociada a un mejor margen económico.
En este sentido, enfatizó que una adecuada fertilización y nutrición complementan esta mejora en las condiciones hídricas, lo que permite un incremento en la concentración de proteína en los granos. Esto, a su vez, eleva su calidad y su valor en el mercado.
Por último, reconoció que este estudio pone de manifiesto la dificultad de revertir la degradación una vez que está establecida. Destacó la importancia de considerar las consecuencias a largo plazo de cada acción y la necesidad de tomar decisiones más efectivas en la agricultura para garantizar la sustentabilidad y la productividad a largo plazo.
Fuente: FAUBA