La Niña, sequía y posibles lluvias: el campo argentino en vilo para el 2025


La persistente sequía provocada por el fenómeno climático La Niña y la falta de lluvias, mantiene en vilo a los productores agropecuarios argentinos. En regiones clave como Santa Fe, Entre Ríos, el Litoral y la zona núcleo pampeana, los agricultores depositan su esperanza en posibles tormentas que alivien la grave situación hídrica y permitan salvar los cultivos de soja y maíz.

Un escenario crítico para los cultivos en medio de La Niña

Según la Bolsa de Comercio de Rosario, el 45% de los lotes de maíz temprano se encuentra en condiciones regulares o malas, mientras que el 19% de la soja de primera enfrenta un estado crítico. Estas cifras evidencian el impacto de la falta de lluvias en zonas productivas esenciales para la economía agropecuaria, que abastecen tanto al mercado interno como a la exportación.

El maíz temprano, vital para sectores como ganadería y tambos, se produce mayoritariamente en áreas hoy afectadas por la sequía: la zona núcleo pampeana, el centro y oeste de Buenos Aires, La Pampa y Entre Ríos. Sin precipitaciones significativas en el horizonte cercano, los productores enfrentan un estrés hídrico que podría traducirse en importantes pérdidas económicas.

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El panorama climático adverso no ha pasado desapercibido para los mercados internacionales. Las cotizaciones del maíz y la soja han comenzado a subir, reflejando las expectativas de menor producción en Sudamérica, especialmente en Argentina, Brasil y Paraguay. El último informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos ya proyecta recortes en las estimaciones de producción de ambos cultivos debido al estrés hídrico y las altas temperaturas que afectan a la región.

El desafío de los domos de calor

El Servicio Meteorológico Nacional advierte que el verano 2025 estará marcado por sucesivos domos de calor, que afectarán al menos a 12 provincias argentinas. Estas olas de altas temperaturas, combinadas con la escasez de lluvias, aumentan la presión sobre los cultivos.

En el caso de la zona central pampeana y Uruguay, los pronósticos meteorológicos siguen siendo desfavorables, mientras que regiones como La Pampa y el sudoeste bonaerense podrían recibir lluvias que alivien, aunque sea parcialmente, la situación.

El inicio del 2025 trajo algunas lluvias que permitieron avanzar en la siembra de soja, maíz y girasol, generando cierto optimismo en el sector. Sin embargo, la falta de precipitaciones en las últimas semanas ha complicado el desarrollo de los cultivos, que se encuentran en etapas críticas para definir su rendimiento.

“Si no llueve pronto, se perderá mucho potencial de rendimiento”, advirtieron desde la Sociedad Rural Argentina (SRA) en su primera reunión de comisión directiva del año. El informe presentado por los directores de las distintas regiones refleja una combinación de desafíos que van más allá del clima: retenciones, carga fiscal, precios internacionales y problemas de seguridad rural también forman parte del complicado escenario.

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Una crisis prolongada sin lluvias

La sequía no es un problema nuevo para el agro argentino. En los últimos tres años, el sector ha sufrido pérdidas millonarias. Sólo en 2023, la “seca” provocó una caída en la producción valuada en USD 20.000 millones.

A pesar de los esfuerzos por mitigar los efectos de la falta de lluvias mediante tecnologías y manejo eficiente de recursos, las condiciones actuales exigen medidas urgentes. Desde el ámbito político y técnico, se espera que las autoridades nacionales y provinciales ofrezcan soluciones concretas para aliviar la situación, ya sea mediante financiamiento o la implementación de políticas que reduzcan la presión fiscal sobre los productores.

Con la incertidumbre climática y económica como telón de fondo, el campo argentino enfrenta uno de los desafíos más duros de los últimos años. Mientras los productores siguen rezando por lluvias, el sector necesita medidas inmediatas y efectivas para evitar que las pérdidas agronómicas y económicas continúen escalando, impactando no sólo a las familias rurales, sino a toda la economía del país.