Huella de carbono 2025: el impacto del agro de Argentina en el cambio climático


La agricultura argentina juega un rol clave en la huella de carbono, la sustentabilidad ambiental y la mitigación del cambio climático. En este contexto, la Red de Carbono de Aapresid presentó los resultados finales del proyecto Huella de Carbono, una iniciativa destinada a medir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y evaluar el balance del carbono orgánico en los suelos (COS) en distintos sistemas productivos del país.

El objetivo del estudio fue determinar cómo la Siembra Directa y otras prácticas agrícolas influyen en la huella de carbono, identificando estrategias que maximicen el secuestro de carbono y reduzcan el impacto ambiental.

Un análisis a largo plazo en distintas regiones del país

El proyecto analizó la evolución del COS durante tres campañas consecutivas (2021/22, 2022/23 y 2023/24) en más de 40.000 hectáreas distribuidas en 30 establecimientos productivos. La selección de estas unidades se realizó en base a la zonificación agroecológica establecida por la Bolsa de Cereales en el marco del Proyecto de Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (ReTAA).

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En total, el estudio abarcó nueve zonas productivas del país:

  • NEA Oeste
  • Centro-Norte de Córdoba
  • Sur de Córdoba
  • Santa Fe Centro
  • Núcleo Norte
  • Centro de Buenos Aires
  • Sudeste de Buenos Aires
  • Sur de La Pampa
  • San Luis

Para estimar la evolución de la huella de carbono orgánico en el suelo, los investigadores utilizaron modelos a largo plazo, basados en la premisa de que la materia orgánica fresca se descompone en el suelo en un año. Estos modelos permiten evaluar la variabilidad del COS en función de parámetros como la humidificación, mineralización y estabilidad del carbono.

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Resultados clave: cómo influyen los distintos cultivos en el carbono del suelo

Los resultados obtenidos de la huella de carbono reflejaron una gran variabilidad en el impacto de cada sistema productivo sobre el COS, influenciado por factores como rendimientos, tipo de cultivo y prácticas de manejo.

  • Monocultivos de soja y maíz: mostraron una pérdida neta de carbono (+0,83% en soja y +0,49% en maíz). Esto se debe a la baja cantidad y calidad del rastrojo aportado y al tiempo en que el suelo permanece sin cobertura tras la cosecha.
  • Sistema maíz + cultivo de servicio: registró un balance neutro (0%), es decir, sin pérdida ni ganancia de carbono.
  • Sistemas de doble cultivo o alternancia de especies (ejemplo: vicia + soja): lograron un balance positivo (-0,13%), reflejando un incremento del COS.

Este último resultado evidencia que las prácticas de rotación y cobertura continua del suelo son fundamentales para aumentar los niveles de COS, mejorar la calidad del suelo y mitigar el impacto del agro en el cambio climático.

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Los hallazgos del estudio refuerzan la importancia de adoptar sistemas agrícolas que favorezcan la captura de carbono, como la intensificación de cultivos, la diversificación de especies y la cobertura permanente del suelo.

El desafío para el agro argentino es avanzar en estrategias de manejo que no solo maximicen los rendimientos, sino que también contribuyan a la sustentabilidad ambiental, promoviendo una producción eficiente y resiliente ante el cambio climático.