Ganadería: conocé la primera raza bovina que pisó Argentina

La ganadería es, sin dudas, uno de los grandes símbolos de la identidad argentina. Pero antes de ser un emblema nacional, su historia comenzó hace más de cuatro siglos, con la llegada de los primeros ejemplares bovinos al territorio que hoy ocupa el país.
El origen de la ganadería en Argentina
Según los registros públicos del Gobierno Nacional, el ganado ingresó a Sudamérica en 1556 desde Panamá, pasando por Venezuela y Brasil, hasta llegar al Río de la Plata. Aquellos animales pertenecían a una raza derivada del Tronco Turdetano, de origen ibérico. Estuvieron presentes en la segunda fundación de la Ciudad de Buenos Aires en 1580 y se diseminaron rápidamente por las vastas pampas argentinas.

Las condiciones naturales fueron determinantes para el desarrollo de la ganadería: el clima templado, la abundancia de pasturas y la extensión de las llanuras permitieron un crecimiento explosivo. Se estima que, para el siglo XVIII, ya existían cerca de 40 millones de cabezas de ganado, lo que marcó el inicio de una industria que definiría buena parte del desarrollo económico del país.
Durante esa época, nació el negocio de la carne. Los gauchos, trabajadores rurales de entonces, aprovechaban los restos del ganado para consumo propio. Cuereaban las vacas, salaban la carne cortada en tiras y la exponían al sol cada diez días, generando un producto llamado tasajo, que se comercializaba ampliamente. Con el tiempo, el consumo de carne vacuna se transformó en una costumbre arraigada, y el asado pasó a convertirse en un ritual social.

La práctica del tasajo se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX, cuando fue reemplazada por el modelo industrial. En 1871, se prohibió el funcionamiento de los saladeros en Buenos Aires, y su lugar lo ocuparon los frigoríficos, marcando una nueva etapa en la historia ganadera del país.
Paralelamente, comenzó la importación de razas británicas para mejorar la calidad del ganado ante las exigencias del mercado europeo. Así llegaron al país ejemplares de Shorthorn, Hereford y Aberdeen Angus, razas que se adaptaron con notable facilidad al suelo argentino. Un hito clave fue la llegada del toro Shorthorn “Tarquín” en 1826, importado por el ganadero británico John Miller. En 1860, Leonardo Pereyra sumó a “Niágara”, un toro Hereford, y en 1879 Carlos Guerrero trajo desde Inglaterra al toro “Virtuoso” y a las vaquillonas Aunt Lee y Cinderella, de raza Angus.
La incorporación de estas razas fue fundamental para el crecimiento de la industria. En 1917, Rafael Herreras Vegas completó este proceso con la importación del toro “King Reyburn”, de la variedad Polled Hereford. Así, la Argentina se posicionó como un país capaz de ofrecer al mundo una carne de excelente calidad, reconocida por su textura, sabor y terneza.

Además del factor genético, el país ofrecía ventajas competitivas claves: menores costos de producción gracias a la cría en campo abierto, bajos salarios y transporte más económico. Todo esto permitió que Argentina se destacara como uno de los principales exportadores de carne vacuna a nivel mundial.
La revolución en la industria se consolidó con la llegada del barco Le Frigorifique en 1871, el primero en transportar carne refrigerada. Este hecho fue decisivo para la creación del primer frigorífico del país y de América Latina: la River Plate Fresh Meat Co. Ltd., propiedad del empresario George W. Drabble. En 1883, la empresa realizó el primer envío de carne refrigerada a Londres, dando inicio a una era de exportaciones que posicionaría a la Argentina como sinónimo de carne premium.

Durante gran parte del siglo XX, el país mantuvo ese liderazgo, exportando tanto en cantidad como en calidad. Sin embargo, en 2009, una crisis política y económica provocó una caída en la producción y exportación, de la cual todavía se intenta recuperar.
Hoy, la ganadería argentina sigue siendo una referencia mundial, resultado de siglos de historia, innovación genética y tradición cultural. Su prestigio internacional es un testimonio del valor del campo argentino y de una cultura que hizo del asado un verdadero arte nacional.