Encefalomielitis equina: una enfermedad viral que requiere atención y prevención activa
La encefalomielitis equina (EE), también conocida como encefalitis viral equina, es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente a equinos, humanos y aves. Producida por un alphavirus y transmitida por mosquitos, esta enfermedad estacional representa un desafío tanto para la salud animal como para la salud pública debido a su impacto en el sistema nervioso central y su potencial zoonótico.
Características de la encefalomielitis equina
La encefalomielitis equina se presenta con mayor prevalencia en las épocas de temperaturas elevadas, principalmente en primavera y verano, cuando las condiciones ambientales favorecen el aumento de las poblaciones de mosquitos vectores. Posee un período de incubación de entre una y tres semanas y es considerada una enfermedad de notificación obligatoria, según la normativa del Senasa.
Una de sus variantes, la encefalomielitis equina del oeste (EEO), se caracteriza por síntomas como fiebre, ataxia e incoordinación, avanzando en casos severos hacia complicaciones neurológicas graves que pueden culminar en el decúbito y, eventualmente, la muerte. La tasa de letalidad de la EEO es relativamente baja, oscilando entre el 20% y el 30%, pero los caballos jóvenes son los más susceptibles.
El ciclo de la EE involucra a aves silvestres como reservorios naturales, las cuales desarrollan altos niveles de viremia que infectan a mosquitos hematófagos, especialmente de los géneros Culex tarsalis y Ochlerotatus albifasciatus.
A través de estos vectores, el virus puede transmitirse a equinos y humanos, quienes, aunque desarrollan bajas viremias, pueden presentar síntomas clínicos. Sin embargo, tanto los caballos como las personas son considerados huéspedes terminales, ya que no contribuyen significativamente a la diseminación del virus.
Además, otros animales como roedores y lagomorfos pueden actuar como amplificadores del virus cuando son infectados por mosquitos del género Aedes.
Manifestaciones clínicas en equinos
Los signos clínicos de la encefalomielitis equina pueden variar en severidad y presentarse de tres maneras:
- Infección inaparente: Sin síntomas evidentes.
- Síndrome febril: Común en el 80-90% de los equinos infectados.
- Encefalomielitis severa: Incluye fiebre, anorexia, depresión y síntomas neurológicos progresivos como hipersensibilidad, incoordinación, convulsiones, ceguera parcial, marcha en círculos y parálisis.
En casos graves, los equinos que sobreviven suelen desarrollar inmunidad de por vida, aunque pueden quedar con secuelas neurológicas permanentes.
Prevención: vacunación como herramienta clave
La vacunación es la principal estrategia para prevenir la EE. En Argentina, es obligatoria para todos los equinos desde los dos meses de edad, bajo el marco de la emergencia sanitaria.
El esquema de vacunación incluye una dosis inicial y un refuerzo, con revacunaciones anuales para mantener la inmunidad. Las vacunas disponibles en el país son inactivadas, y pueden ser bivalentes (protección contra EEE y EEO) o polivalentes (que incluyen protección contra otras enfermedades).
La vacunación debe ser certificada por veterinarios matriculados, quienes deben registrar los datos del equino, información de la vacuna aplicada y fecha de aplicación en los sistemas oficiales del Senasa, como el Sistema Integrado de Gestión de Sanidad Animal (SIGSA).
Además de la vacunación, se recomienda el uso de repelentes autorizados para proteger a los animales contra las picaduras de mosquitos vectores. Asimismo, es fundamental mantener limpias y libres de agua estancada las áreas donde habitan los equinos, ya que estas condiciones favorecen la proliferación de mosquitos.
De acuerdo con la Resolución Senasa 153/2021, la encefalomielitis equina es una enfermedad de denuncia obligatoria. Esto permite al sistema sanitario nacional realizar un monitoreo de los casos, coordinar diagnósticos en laboratorios y garantizar la disponibilidad de vacunas en las regiones afectadas.
La denuncia oportuna y la implementación rigurosa de medidas de prevención son esenciales para controlar esta enfermedad estacional, proteger a los animales y reducir el riesgo de transmisión a los seres humanos.