Agricultura: no es lo mismo aplicar productos biológicos que químicos
La adopción de bioinsumos en la agricultura está experimentando un notable crecimiento en Argentina, con una tasa superior al 12% proyectada para el próximo año. Según Facundo Ramos, líder del laboratorio de investigación y desarrollo de Rizobacter Argentina, esta tecnología, que utiliza microorganismos vivos, se presenta como un complemento eficaz a los productos químicos tradicionales en el control de plagas y enfermedades. Durante su intervención en FARO, el Foro sobre aplicaciones eficientes realizado en Rosario, Ramos destacó la importancia de diferenciar entre los biológicos y los químicos, resaltando que cada tipo requiere cuidados específicos para ser eficaz.
Ventajas de los biológicos frente a los químicos
Los biocontroladores, al estar basados en organismos vivos, poseen múltiples mecanismos de acción, lo que los convierte en una herramienta que puede retardar la aparición de resistencias, un problema frecuente con los productos químicos. Además, los biológicos se alinean con la demanda social de una agricultura más sostenible, ya que tienen una carga ecotoxicológica significativamente menor, algo que los vuelve atractivos tanto para productores como para consumidores interesados en prácticas agrícolas responsables.
No obstante, Ramos advirtió que aplicar productos biológicos requiere extremar los cuidados. “Cuando aplicamos un biológico, estamos usando un insumo que contiene organismos vivos, por lo que el ambiente de aplicación es crucial”, explicó. Estos organismos pueden perder efectividad si se exponen a temperaturas extremas, alta radiación o condiciones de baja humedad, lo cual exige que se realicen las aplicaciones en condiciones climáticas adecuadas y se utilicen coadyuvantes de alta calidad.
Complementariedad, no reemplazo
Un aspecto esencial que remarcó el experto es que los biológicos no deben considerarse un reemplazo de los productos químicos, sino más bien un complemento que potencia el control de plagas y enfermedades en los cultivos. “Son tecnologías independientes, y nuestra responsabilidad como técnicos es combinarlas para generar una sinergia que mejore la eficiencia y reduzca los impactos negativos en los cultivos”, señaló Ramos.
Esta combinación se aplica especialmente en casos de compatibilidad entre productos, ya que no todos los biológicos pueden aplicarse junto a ciertos químicos. Un ejemplo de esta complementariedad es el uso de un antiestresante biológico en combinación con un herbicida selectivo, lo cual ayuda a minimizar la fitotoxicidad o estrés que el producto químico puede generar en el cultivo. Otro caso mencionado es el de la plaga conocida como La Chicharrita, cuyo control se dificultó usando insecticidas convencionales. Ramos indicó que la incorporación de hongos entomopatógenos, como Beauveria bassiana, mejoró notablemente el control de esta plaga, proporcionando una solución más efectiva y menos invasiva.
En los últimos años, los avances científicos en áreas como la genómica y la inteligencia artificial (IA) fueron cruciales para maximizar el potencial de los biológicos. La IA permite interpretar los grandes volúmenes de datos que genera la genómica, abriendo la posibilidad de crear “proteínas de diseño” con funciones específicas, como afectar a ciertos insectos o actuar como herbicidas naturales.
“Esto nos permite desarrollar productos biológicos con funciones similares a los químicos, pero con el beneficio añadido de que son menos dañinos para el ecosistema”, explicó Ramos. A medida que estos avances se consolidan, el campo de los bioinsumos se amplía, permitiendo nuevas aplicaciones y productos personalizados para necesidades específicas de la agricultura moderna.
El crecimiento de los bioinsumos en la agricultura Argentina
El uso de bioinsumos en el país se ve impulsado por diversos factores. Además del apoyo normativo que incentiva su utilización, la necesidad de proteger el medio ambiente y la reducción de costos en comparación con otros métodos también fueron determinantes para su adopción. Ramos concluyó que los biológicos, con su perfil económico y sostenible, seguirán ganando terreno en la agricultura argentina, consolidándose como una herramienta clave para una producción agrícola que responda tanto a las necesidades técnicas como a las demandas ambientales actuales.
La primera edición de FARO fue una muestra de cómo los biológicos están tomando protagonismo en el campo, atrayendo a productores que buscan alternativas sostenibles y eficaces para enfrentar los desafíos de la agricultura moderna.